Feb 11, 2009

Solo Házlo

Indonesia.
Kalín empezó a trabajar a las siete de la mañana. Eran las once de la noche y no había descansado. Sus manos, carcomidas por hilo y aguja, se movían con destreza digna de una máquina. Por momentos el capataz pasaba y si osaba distraerse, recibía un golpe en la espalda con una macana. Cuando alzaba la vista, veía la fábrica en donde trabajaba a sus once años: kilómetros enteros de niños de su misma edad cosiendo tenis, manufacturando balones y tejiendo pants. Todo llevaba el mismo extraño símbolo: una especie de palomita con la frase “just do it”. Frases cuyo significado ignoraba, como “winner”, “champion” y sobre todo “the brand of free people” adornaban el lugar.
Kalín fue vendido a los seis años a la fábrica de aquella empresa de ropa deportiva, ya que sus padres no podían mantener ni un sólo hijo, ni siquiera a su hermana mayor, quien trabajaba, a sus quince años, en un burdel de la ciudad, complaciendo las fantasías de turistas de occidente.
Su vida era tan monótona y aburrida que había encontrado la mejor manera de divertirse en ese horario tan inhumano, con esa alimentación tan inhumana y con esa existencia tan inhumana: se concentraba tanto, que su mente podía viajar a otros lugares. No podía salir físicamente, pues los policías lo vigilaban.
No sabía como definir esa habilidad que logró desarrollar, aunque en alguna ocasión escuchó, en uno de sus viajes mentales a las ciudades de occidente, un nombre parecido a telepatía. ¿Ese talento suyo era “telepatía”? Lo ignoraba. Por un momento recordó a su hermana, recordó que en otros lugares del mundo los niños iban a la escuela y eran libres.
Fue cuando soltó el tenis que estaba cosiendo, apretó las manos y empezó a llorar. Por esa muestra de sentimentalismo barato recibió una bofetada de parte del capataz. Al instante regresó a su trabajo y sin que nadie se lo impidiera, empezó a viajar con los poderes de su mente.



León, Guanajuato.
El automóvil se detuvo en el centro comercial de la Plaza Mayor. Los dos muchachos bajaron para dirigirse al interior de la Plaza. El que conducía, Roberto, llevaba unos lentes Ray Ban, una camisa comprada en Zara y un reloj Omega. El que lo acompañaba, Carlos, no se preocupaba mucho por las marcas, pero iba cantando Beautiful Day, de U2.

-Güey, tienes una entonación de la verga. Y además de U2, a mí me caga U2.

-A mi me caga tener que acompañarte a comprar tu ropita a la Plaza, Viene puro pinche fresita superficial y sangrón. Y además de Nike. Nike es una chingadera. ¿Güey, sabías que el ojete de Philip Knight, el dueño de Nike, tiene niños esclavizados trabajando en Indonesia? Neta, está tan mal la situación en Indonesia que la gente vende a sus hijos como esclavos, y los malamadre de Nike le pagan a esos niños dos dólares por trabajar durante quince horas diarias. Esas son fregaderas del yugo capitalista.

-Ya no jodas con tus sermones de izquierdismo que me cagan. A mí lo que me gusta es comprarme ropa. Además ¿cómo sabes tú eso? Si nunca has ido a Indonesia. Me acompañas a comprar unos pants y tú ya te sientes el Padre Cereso de Saluta o Marcos X.

-Es la Madre Teresa de Calcuta y Malcolm X, pinche zoquete. Y lo sé porque aunque no creas, tengo poderes telepáticos. Me puedo comunicar con un niño llamado Kalín, que vive en Indonesia y es esclavo de Nike. Y cualquiera puede informarse de eso en libros como No Logo o El Libro Negro de las Marcas...

-¡No mames, pinche Carlos! -Roberto se carcajeó. Acto seguido encendió un cigarrillo, de marca, por supuesto, y le dió una bocanada-. Tú si estás loco. Ya no veas tanto los X-men, te lo digo en buen pedo. Güey: en primer lugar la telepatía no existe, en segundo, la esclavitud ya desapareció, vivimos en un mundo bien chingón, donde no hay discriminación, sufrimiento ni cosas de esas. En tercero no me vengas a recomendar libros, que lo único que he leído en mi vida ha sido El Código Da Vinci, y me tardé un año porque sólo lo hacía cuando iba a cagar. Entonces que, ¿después de comprar mis pants, mis tenis y mi balón Nike nos vamos al antro a ponernos bien pedos y a que se te olvide querer cambiar el mundo? Porque la neta me das mucha flojera.
-Sí, sí -Luis se llevó la mano a la frente, sintiendo pena ajena, y pensando en cómo estaría el pobrecito de Kalin-. Lo que tú digas, Roberto, lo que tú digas..
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3 comments:

patri said...

Qué duro post,o mejor, qué dura vida la de estos niños. No has podido describirlo mejor.
Besos

Alvit@ said...

Un retrato de la vida... y mira que me ha tocado ver cosas como esas...
Excelente post...
P.D: Echame a mi la culpa de tu adicción al XBox... y si y que...
jajaja...
Salu 2 :)

Isr@el said...

todo se resume en la letra de aquel compositor mexicano... chico che:

quen pompó, quen pompó... quen pompó zapatitos, quen ponpó

jijiji

Yo por eso tengo mis Panam del '84, ya huelen rancios, pero no los cambio por nada jejeje

Saludos primate!